Queridos amigos,
Hace ya un tiempo que no les escribo compartiendo algunas noticias. Prácticamente hace tres años que me encuentro como misionero en Angola. Estoy viviendo un tiempo muy bello de mi vida misionera junto a mis hermanos de comunidad y la gente con la cual comparto. Aquí en Kicolo la vida es muy animada, una mezcla de agresividad y ternura, de gritos y silencios, de sufrimientos y celebración. En la calle se confunden los diversos olores de la basura dispersa por todas partes. La presencia de miles de niños en todas partes, hacen ver el futuro con esperanza y con preocupación. Angola continúa a ser uno de los países con el índice de mortalidad infantil más elevado del mundo. La gente continúa a vivir un difícil proceso de reconstrucción después de tantos años de guerra.
En este momento del camino siento que mi mirada ha sido renovada por Dios, purificada, transformada, en el encuentro cotidiano con la gente. Que ha sucedido? Pienso que la amistad con las personas me haya hecho comprender muchas cosas: puedo sentir un poco más lo que la gente siente, si bien mi realidad es diferente. Puedo tocar con mis manos y mi corazón el sufrimiento y las esperanzas de este pueblo. Las tantas historias compartidas con la gente han ablandado mi corazón, al mismo tiempo que lo han fortalecido. Esta gente me ayuda a descubrir el rostro misericordioso de Dios y como Él trata con mano providente cada uno de sus hijos e hijas.
Junto al padre Angelo hemos comenzado un pequeño centro profesional. Por el momento muy discreta, sin muchos medios. Le hemos dado el nombre de Nazaret. Hemos comenzado un curso de herrería. Veinte jóvenes se están formando, inclusive una joven, Laura. Jóvenes con un mirar lleno de esperanza. Procuramos ofrecerles un espacio en donde puedan aprender una profesión que sirva para su futuro, en donde puedan sentirse útiles, ocupar su tiempo, aprender el valor del trabajo y compartir junto a otros. El comienzo tuvo sus dificultades. No encontrábamos un profesor que pueda enseñar no solo la parte práctica sino también teórica. Tomar medidas, calcular un ángulo, etc. Y el Buen Dios nos envió Tony, un joven que trabaja en otro centro profesional y que fue formado para esto. Los jóvenes aprenden a construir puertas, ventanas, mesas y tantas otras cosas en metal. El curso dura seis meses y reciben una formación humana integral. Procuraremos con el tiempo ofrecer otros cursos. El semestre próximo si Dios quiere iniciaremos con un curso de electricidad civil. El barrio en donde está el centro se llama “Boa Esperança” en donde se encuentra una de las capillitas de la parroquia Santa Isabel. Es un barrio en donde la violencia juvenil es uno de los grandes problemas y en donde no hay muchas posibilidades de formación para los pibes. El centro Nazaret quiere ser un pequeño espacio que sirva como motivación para otros jóvenes. También un espacio en donde la comunidad cristiana testimonia de su opción por la defensa y promoción de la vida.
Sigo comprometido en la pastoral juvenil. La respuesta de los pibes es generosa, van construyendo sus historias en medio a tantas adversidades que la sociedad angolana hoy presenta. Ellos dan testimonio de fortaleza y entusiasmo.
Bueno es un poco de la misión que hoy vivo en Angola. Que junto a mis hermanos sma vivimos en esta tierra bendecida de Angola. “Viviendo, aprendiendo, compartiendo, dejándose transformar desde lo profundo del corazón”. El camino de la misión me ayuda a estar siempre en esta continua transfiguración. El mirar con el tiempo se transforma. La gente nos transforma. Pido solamente a Dios que me ayude a ver con la mirada con la cual Él nos ve cada día.
En la alegría de sentirlos hermanos y hermanas, rezo por ustedes y junto a ustedes.
Fraternamente.
P. Ceferino Miguel Cainelli sma.
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